Los riesgos de una desaceleración económica global se han incrementado en meses recientes, en un entorno de inflación alta y tasas de interés de política monetaria que tendrían que ajustarse a un ritmo superior al previsto. La situación ha creado una suerte de dilema para los bancos centrales, pues dada la magnitud del actual episodio inflacionario, el ajuste de la política monetaria podría ser disruptivo para el crecimiento económico.

La Fed de EEUU incrementó recientemente los tipos de interés por primera vez desde 2018, y espera llevarlos hacia niveles ligeramente contractivos en 2023. Además, anunció que en su próxima reunión podría comenzar a reducir sus tenencias de activos, aunque los detalles todavía no son conocidos. 

Las trayectorias previstas por la Fed en materia de desempleo son optimistas y anticipan niveles inferiores al 4% en los próximos años. No obstante, las nuevas expectativas de crecimiento e inflación para 2022 revelan unas direcciones opuestas que concuerdan con las crecientes preocupaciones en torno al riesgo de una desaceleración económica brusca.

​Todos los cálculos indican que la inflación en EEUU seguirá aumentando en los próximos meses, creando así una fuerte presión a la Fed en torno a su ajuste previsto de tasas de interés en 2022. En este sentido, el mercado de EEUU ya descuenta un ciclo completo de tasas de la Fed este año superior en medio punto porcentual al esperado por el FOMC. Para 2024, el mercado anticipa reducciones en la tasa de referencia de la Fed. 

La curva de rendimientos de los Tesoros se ha aplanado de forma importante en los últimos meses, en línea con un menor optimismo de cara al futuro. En particular, el diferencial del tramo medio-largo de la curva se tornó negativo recientemente y alcanzó mínimos no observados desde febrero de 2006.